Estoy sentado y humedecido mecido por mis calores
y las aguas traspasan mis oídos traslúcidos
No aprenderé las palabras que me están rozando
ni desliaré mi lengua de debajo de mis pisadas
Pienso seguir así hasta que el agua se alce
hasta que mi piel desprendida deje sueltos los ríos

(Vicente Aleixandre)



10 de octubre de 2009

Muchacha sobre un animal, 1911 (Natalia Gontcharova)

2 comentarios:

Dr. Flasche dijo...

Como le prometí, aquí le traigo el texto de Momo que me vino a la cabeza cuando dejó su comentario.
[Mi principal disquisición ahora, por muchos frentes: política, poesía, arte, educación física, física, es la separación entre la mente y el corazón...]

Aquí va el texto, creo que entenderá a qué me refiero:

– No, Momo –contestó el maestro Hora– Esos relojes no son más que una afición mía. Sólo son reproducciones muy imperfectas de algo que todo hombre lleva en su pecho. Porque al igual todos tenéis ojos para ver la luz y oídos para escuchar los sonidos, tenéis un corazón para percibir con él, el tiempo. Y todo el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arco iris para un ciego i el canto de un pájaro para un sordo. Pero, por desgracia, hay corazones ciegos y sordos que no perciben nada, a pesar de latir.
– ¿Y si un día mi corazón deja de latir? –preguntó Momo.
–Entonces –replico el maestro Hora–, el tiempo se habrá acabado para ti, mi niña. También de podría decir que eres tú quien vuelve a través del tiempo, a través de todos tus días y tus noches, tus meses y tus años. Regresas a través de tu vida, hasta llegar al gran portal de plata por el que una vez entraste. Por allí vuelves a salir.
–Y, ¿qué hay al otro lado?
– Entonces has llegado al lugar de donde procede la música que, muy bajito, ya has oído alguna vez. Pero entonces tú formas parte de ella, eres un bonito sonido dentro de ella.
Miró, inquisitivo, a Momo.
–Pero eso no podrás entenderlo todavía, ¿verdad?
– Sí –contestó Momo–, creo que sí.
Recordó su camino a través de la calle de Jamás, en la que lo había vivido todo al revés, y preguntó:
–¿Eres tú la muerte?
El maestro Hora sonrió y calló un rato antes de contestar:
–Si los hombres supiesen lo que es la muerte, ya no le tendrían miedo. Y si ya no le tuvieran miedo, nadie podría robarles, nunca más, su tiempo de vida.


un abrazo,

david

a roja dijo...

Efectivamente Dr., el que siempre piensa en no perder el tiempo, no hace otra cosa que perderlo.

Si los hombres supiesen lo que es la muerte, ya no le tendrían miedo. Y.. nadie podría robarles.. su.. vida.