Siento mi vida a cada paso.
En un abrazo infinito mi cuerpo, mi yo y la tierra se han unido en un pacto de sangre y fuego.
Los monstruosos días en que los árboles no podían cantar y las mariposas amarillas no existían, han pasado.
Esta noche entre el sol y la luna semi-desnuda he visto a los chopos cantar desafiando al cemento; he visto miles de mariposas amarillas danzar majestuosamente con el sonido del viento seductor.
Y he visto un hombre entre la muchedumbre, como un héroe griego luchando contra la viscosidad nauseabunda de las masas.
Y allí estaba yo, sentada entre los cadáveres urbanos respirando aún, como un arbusto atrapado por la hiedra.
Fue un encuentro vital.
Las luces de neón y los monstruos de ladrillo avanzaban hacia nosotros; pero logramos huir con las manos unidas.
Y entre los escombros encontramos un ser que emanaba soledad y ternura.
Y los tres con nuestros corazones sonrientes corrimos entre la niebla y llegamos a un mundo de cantos nuevos, de risas, de papeles de colores.
El silencio amante nos invadió y quedamos allí eternamente entre el olvido y el amor para sentir nuestras vidas.
(M. J. M.)
7 de febrero de 2010
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