Estoy sentado y humedecido mecido por mis calores
y las aguas traspasan mis oídos traslúcidos
No aprenderé las palabras que me están rozando
ni desliaré mi lengua de debajo de mis pisadas
Pienso seguir así hasta que el agua se alce
hasta que mi piel desprendida deje sueltos los ríos

(Vicente Aleixandre)



23 de noviembre de 2010

Tus brazos
tienen su propia suavidad acelerada,
tus labios
tienen su propia canción.

Dame tu mano,
dame tu amarga densidad
en el fracaso.

¡Vamos!

En esta o en otra ciudad,
para conejos,
vamos a levantar ciudades
para el hombre y la mujer.

Un día, este poema no será necesario.

¡Qué hermosa
será entonces la pradera
para el pie fatigado!

Y qué hermosa la casa,
que será al fin una casa:
tan comprensivo el hierro, el vidrio, el hormigón…

Y tú,
¡qué hermosa en la avenida soleada!

Y el vecino
¡qué vecino!

Quizás nadie
golpeará a su hermano
por un caramelo
o una tierra.


(La Bullonera)