Estoy sentado y humedecido mecido por mis calores
y las aguas traspasan mis oídos traslúcidos
No aprenderé las palabras que me están rozando
ni desliaré mi lengua de debajo de mis pisadas
Pienso seguir así hasta que el agua se alce
hasta que mi piel desprendida deje sueltos los ríos

(Vicente Aleixandre)



14 de diciembre de 2011

antiguos símbolos mexicanos
el día centrípeto, la noche centrífuga

Estos símbolos han rescatado de mi memoria una historia.
La última vez que vi a Sonsoles fue en los Baños de Fitero. No recuerdo si fue casualidad o ella tenía mi número de teléfono y me llamó. Había ido con su hija. Desconocía que tuviera una hija. La relación entre ellas era histérica, pero la niña sabía que debía dejarnos solos. Hablamos durante horas. De ella sólo conocía su nombre, que era esquizofrénica y que si se le despertaba por la mañana respondía con muchísima violencia. En el psiquiátrico era a la única que dejaban dormir hasta que quisiera. Sueño y vigilia estaban invertidos para ella. Despertar era abandonar el mundo real para entrar en el de las pesadillas. Siempre he sido muy asertivo y le pregunté por aquello directamente. Y le comprendí, comprendí todo cuanto dijo en esas horas. Tuve que estar muy atento porque hablaba de muchas relaciones, de muchos mundos y al menor despiste me podía quedar fuera sin saber por donde iba. Ella agradeció mucho, no que la escuchara, si no que le entendiera. Durante aquellas horas, las habituales pesadillas fueron simplemente sueños.

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