Estoy sentado y humedecido mecido por mis calores
y las aguas traspasan mis oídos traslúcidos
No aprenderé las palabras que me están rozando
ni desliaré mi lengua de debajo de mis pisadas
Pienso seguir así hasta que el agua se alce
hasta que mi piel desprendida deje sueltos los ríos

(Vicente Aleixandre)



7 de febrero de 2010

Con la terrible duda de las apariencias,
Con la incertidumbre, después de todo, de que estemos alucinados,
Que quizá la confianza y la esperanza, después de todo, son meras teorías,
Que quizá la identidad más allá de la tumba, después de todo, sólo es una bella fábula,
Quizá las cosas que yo percibo, los animales, plantas, hombres, montañas, las lucientes y floridas aguas,
Los cielos del día y de la noche, colores, densidades, formas, quizá estas cosas (lo son, sin duda) no sean más que simples apariencias, y lo real esté aún por ser conocido,
(¡Con cuánta frecuencia pienso que ellas, como dados, huyen confundiéndome y burlándose de mí!
Con cuánta frecuencia pienso que nada conozco, que ningún hombre conoce nada de ellas!),
Quizá pareciéndome que ellas son (ya que, sin duda, no hacen más que parecer) desde mi actual punto de vista, y podrían demostrarme (como al fin resultarían) que no son nada de lo que aparentan, o nada de cualquier modo, desde puntos de vista enteramente diferentes;
Para mí estas y otras cosas similares tienen una curiosa respuesta en mis amantes, mis amigos queridos,
Cuando el que amo viaja conmigo o permanece largo rato a mi lado asiéndome de la mano,
Cuando el aire sutil, impalpable, y el sentido que ni las palabras ni la razón expresan, nos circundan y penetran,
Entonces, abrumado por el peso de una inaudita e indecible sabiduría, yo me callo, y no pregunto nada,
No puedo formular la pregunta de las apariencias, o la de la identidad más allá de la tumba,
Pero, avanzo o hago alto indiferente, pues yo estoy satisfecho,
El que me tiene asido de la mano, está plenamente satisfecho de mí.

(Walt Whitman)

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