Hoy catorce años y
ocho meses, y sí, hace tiempo que sé que es inmortal. Lo sé porque en su día pregunté
cuanto viviría y la respuesta fue: entre doce y catorce años. Él cuando pasa el
fin de semana con su hermano humano lo duda y creemos que es porque lo tratan
como a un centenario. Sí, lo dijo la veterinaria, es centenario. Aunque eso
solo es un inconveniente cuando vamos por la calle, aquí y allá, alguien se
para y dice: qué le pasa? (A los centenarios humanos los tienen guardados y no
es posible verlos por la calle, por eso, la gente es capaz de ver solo lo
evidente; cojea.) Les respondo con alegría que es muy mayor y me miran como si
fuera un maltratador. Claro!, no saben que es inmortal, me digo. Ahora,
últimamente, sueño con él todas las noches y es doblemente inmortal, en sus
días y en mis noches.
10 de junio de 2014
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