Estoy sentado y humedecido mecido por mis calores
y las aguas traspasan mis oídos traslúcidos
No aprenderé las palabras que me están rozando
ni desliaré mi lengua de debajo de mis pisadas
Pienso seguir así hasta que el agua se alce
hasta que mi piel desprendida deje sueltos los ríos

(Vicente Aleixandre)



10 de junio de 2014

Hoy catorce años y ocho meses, y sí, hace tiempo que sé que es inmortal. Lo sé porque en su día pregunté cuanto viviría y la respuesta fue: entre doce y catorce años. Él cuando pasa el fin de semana con su hermano humano lo duda y creemos que es porque lo tratan como a un centenario. Sí, lo dijo la veterinaria, es centenario. Aunque eso solo es un inconveniente cuando vamos por la calle, aquí y allá, alguien se para y dice: qué le pasa? (A los centenarios humanos los tienen guardados y no es posible verlos por la calle, por eso, la gente es capaz de ver solo lo evidente; cojea.) Les respondo con alegría que es muy mayor y me miran como si fuera un maltratador. Claro!, no saben que es inmortal, me digo. Ahora, últimamente, sueño con él todas las noches y es doblemente inmortal, en sus días y en mis noches.

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